El problema es que no hay una relación consolidada

El problema es que no hay una relación consolidada

El Dr. Andreas Serra es internista y nefrólogo en la clínica privada Klinik Hirslanden de Zúrich. A él acuden pacientes con daños en los riñones debidos a distintas enfermedades subyacentes. Para el Dr. Serra, la relación médico-paciente está en primer plano, ya que la considera un pilar fundamental para el cumplimiento del tratamiento, como ocurre en el caso de la hipertensión arterial. 

El problema es que no hay una relación consolidada

Según se prevé, la enfermedad renal crónica (ERC) podría ser la quinta causa de muerte en el 2040 si no se da un cambio decisivo en la prevención y en las estrategias para combatir sus causas. En su opinión, ¿a qué podría deberse?

Dr. Andreas Serra: Existen numerosos motivos aunque, a mi entender, uno de los principales sería la hipertensión arterial, es decir, tener la tensión alta. Si no se trata, puede provocar ictus, infartos de miocardio e incluso graves lesiones renales.  

¿Por qué hay tantos pacientes hipertensos que no siguen ningún tratamiento?

Por una parte, la hipertensión arterial es difícil de detectar. No en vano, es conocida como el «asesino silencioso»: puede pasar perfectamente inadvertida. E incluso una vez detectada y diagnosticada, a muchas personas les cuesta cumplir con el tratamiento en su día a día. Lo que perseguimos es el cumplimiento del tratamiento, es decir, que se tome la medicación prescrita en la forma pautada. Sin embargo, a muchas personas esto les parece un fastidio y les recuerda que tienen un problema. De hecho, la hipertensión arterial es una enfermedad muy emocional, puesto que uno mismo no la nota, tanto si se trata como si no. Es más: muchas personas sienten que tienen más energía con la tensión un poco alta que con un valor normal. 

En este contexto, ¿qué importancia tienen los dispositivos vestibles, como las pulseras de actividad, con los que uno mismo puede hacer un seguimiento parcial de su estado de salud?

Podrían jugar un papel muy importante. Hoy en día, ya hay tensiómetros en forma de pulsera que podemos llevar en la muñeca. No se me ocurre una manera más práctica de medir, ya que no nos damos ni cuenta. De este modo, tanto el médico como el paciente pueden hacerse una mejor idea de conjunto. Es algo muy útil para la biorretroalimentación.  

… y quizás también para que el paciente acepte mejor el tratamiento. ¿Se le ocurre cómo podríamos mejorar aún más este aspecto?

Para mí, cuidar la relación entre médico y paciente es lo más importante si queremos conseguir ese cumplimiento del que hablábamos. Si la relación falla, entre el 50 y el 60 % de los pacientes dejan el tratamiento sin que, en realidad, debieran haberlo interrumpido. 

 

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La lucha por la recuperación siempre es una lucha por la información correcta!
Tina Turner

¿Quiere decir sin consultarlo? ¿Por decisión propia?

Exacto. ¡Pero porque no están convencidos del todo de que están enfermos! Nadie acepta a sabiendas un ictus, un infarto de miocardio o una insuficiencia renal. Y eso que los médicos, como es evidente, les explicamos todo lo que puede llegar a pasar. De todos modos, no solo es cuestión de saberlo. Está la parte emocional, que es la que falla: también hay que sentirlo. Un tratamiento crónico a tan a largo plazo no puede sostenerse si no hay una relación de confianza entre el médico y el paciente.  

Le invito a hacer un llamamiento a la comunidad médica. ¿Cómo podría mejorarse exactamente la relación médico-paciente desde su punto de vista? ¿Qué medidas prácticas se podrían adoptar?

Como médicos, hemos de ser conscientes, por ejemplo, de qué implica para un paciente de 30 o 40 años padecer una enfermedad crónica y tener que tomar medicación de por vida. Como la hipertensión arterial no hace que me sienta enfermo, los fármacos tampoco hacen que automáticamente me sienta más sano. La diferencia es prácticamente imperceptible. La cuestión es: ¿cómo afecta a la imagen que el paciente tiene de sí mismo el hecho de tener que tomar un medicamento de forma permanente? ¿Qué implicaciones tiene para su sexualidad o para su vida en pareja? Hay que abordar estos temas. Si el médico se calla o el paciente no exterioriza estas cuestiones, la predisposición a interrumpir el tratamiento será mucho mayor. El tratamiento para la hipertensión arterial es una promesa de futuro: así, el paciente evitará que le dé un ictus o un infarto o llegar a padecer insuficiencia renal. Y esta promesa es lo que tiene que llegarle al cliente. 

En resumen: ¿los riñones no correrán peligro si la enfermedad subyacente se trata de forma adecuada?

En el caso de la hipertensión arterial, así es. En el 98 % de los casos puede tratarse de manera efectiva. Si no funciona, no hay que achacarlo a un medicamento, a la falta de recursos y personal médico ni a una detección deficiente de la enfermedad subyacente, sino a que no hay una relación consolidada. 

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